Sí, quién lo iba a decir…
Andrés esta raro. Desde que tuvo el accidente no es el mismo.
A veces tiene lagunas, se queda en blanco dice él.
Somos buenos amigos desde que comenzó a trabajar en la empresa hace seis años.
Claro, que su comportamiento es comprensible porque Andrés estuvo muerto un tiempo. Muerto clínicamente me refiero. Casi tres minutos dijeron.
Fue hace unos diez meses cuando circulaba con su moto y una furgoneta pequeña lo sacó de la calzada.
Permaneció una semana en coma y luego, en menos de cuatro meses, recibió el alta. Un milagro según todos.
Yo le visité varias veces en el hospital. Los primeros días tras salir del coma fueron los peores, estaba siempre muy confuso y como ido.
Balbuceaba incoherencias y hablaba de túneles de luz y de como vio su vida pasando ante sus ojos a cámara rápida. Toda ella decía… desde su nacimiento hasta su muerte, desde mi nacimiento hasta mi muerte, repetía entre murmullos.
Los médicos lo justificaban aduciendo que la falta de oxígeno en el cerebro podía haber generado tal deterioro en su red neuronal que desconocían las posibles consecuencias y secuelas y tan solo nos aconsejaban tener mucha paciencia.
Con el paso de las semanas mejoró notáblemente, se fue centrando, recuperó toda la movilidad y se volvió algo huraño y más reservado. Olvidó su experiencia cercana a la muerte y hasta se enfadaba si le hablaban de ello.
Desde que ha vuelto a la oficina ha estado distante conmigo y con el resto de compañeros del trabajo.
Hasta el lunes de esta semana. De repente parece otro. Riendo y haciendo bromas…
La verdad es que estamos algo preocupados.
Hoy nos ha vuelto a sorprender a todos al insistir en unirse al grupo de soñadores del departamento de marketing que religiosamente jugamos a la quiniela todas las semanas. Él, que siempre decía que tirar el dinero en juegos de azar era de tontos y que después nos miraba con ese aire de superioridad…
Pues hoy incluso se ha ofrecido para ir él mismo a sellar el boleto… esta irreconocible…
