Alzheimer. ¿Quién dice que no? ¿eh? ¿Quién?
Avanzó despacio pero con paso firme y cuando se colocó en su sitio, en el centro de todos y un poco por encima de ellos, se quedó en blanco.
Contempló azorado la multitud de rostros expectantes. Carraspeó tratando de recordar. Con la esperanza de ganar algo de tiempo.
Imposible… Era como si estuviese allí por primera vez. Como si viese a aquellas personas de aspecto tan distinguido por primera vez.
Esperaban. Le esperaban a él. Al parecer tenía que decirles algo. Todos reclamaban mudos sus palabras. Un minuto. Dos minutos. En la sala, hasta ese momento en completo silencio, comenzaban a escucharse cuchicheos y algunos tímidos murmullos.
El orador trató de sonreír para disimular su confusión y su nerviosismo pero fue peor y el nivel de las voces se elevó media octava.
…
‘Solo…‘ dijo finalmente el anciano y una ola de silencio se extendió junto a su voz.
…
‘Solo… se… que…‘ pensativo, seguía buscando las palabras de ese discurso fugado, tratando de retrasar lo inevitable pero era incapaz de recordar.
…
‘que… no se nada…‘ Se rindió al fin.
…
El público continuó mudo un rato más. Sediento aun de más palabras de aquel hombre sabio, que parecía absorto en profundas reflexiones, hasta que alguien comenzó a golpear el suelo de mármol con el pie. Otro le siguió y más y más sandalias se unieron a la sonora ovación entre dignos gestos de asentimiento.
El orador, sin entender nada, se colocó bien la túnica y mesó su barba.
Luego, cuando todos se hubieron calmado, fueron desalojando el hemiciclo y acercándose al anciano despacio, de uno en uno, para felicitarle y ofrecerle sus respetos.