Hace muchos años leí Crónica de una muerte anunciada. Me obligaron en EGB. Menuda truño. Al menos el título me sirve para una historia bien distinta…
-Asi que ¿no te resulta extraño qué no me sorprenda al verte?
-Bueno, creo que en el fondo siempre fantaseamos con la idea de encontrarnos ¿verdad? Es lógico que ahora sientas más curiosidad que sorpresa.
-Supongo que sí… Por cierto, no sé que habremos hecho pero estas hecho una mierda.
-Ya. Han sido veinte años…
-Aun así, estas hecho una mierda, jamás te hubiese reconocido de no ser por la marca de nacimiento de la frente.
-Puedo asegurarte que tampoco han sido buenos años.
-¡Qué raro es esto! ¿eh?
-Sí que lo es, y más para mi, aunque te cueste creerlo.
-Pues no sé… al fin y al cabo tú ya sabes lo que pasa ¿no?
-Claro y por eso es aún más extraño.
-Supongo. Siéntate. ¿Una cervecita?
-¡Qué va! Ya me gustaría pero no puedo porque tomo mucha medicación ahora mismo.
-Ya, es que estas hecho una mierda. Perdona que te lo repita pero estas demasiado delgado y pálido y anémico… Y viejo. Pareces un moribundo.
-Tiene gracia que lo digas, en más de un sentido podría decirse que lo soy.
-¿Cómo es eso? ¿Qué quieres decir?
-Nada, no me hagas caso.
-¿Qué pasa si nos damos la mano?
-¿Tú qué crees que pasaría?
-¡Joder! ¿Y yo qué se?, por eso lo pregunto.
-Pues nada hombre, que sería raro, nada más.
-Es que… ya sabes…
-No seas peliculero, ¿acaso no respiro el mismo aire que tú? ¿no estoy sentado en esta silla? ¿crees que nos desintegraremos en una explosión de luz?, ¿qué estoy hecho de anti materia o qué?
-Ya, ya, si ya sé… pero es que… es raro de cojones…
-Sí. ¿Quieres probar? Lo de la mano digo.
-Mejor paso. Oye, no se si hacerte preguntas, al fin y al cabo tú ya sabes lo que voy ha decir ¿verdad?
-Claro, pero solo porque ya lo has dicho así que no te queda mas remedio que preguntar.
-Vale, entonces dime ¿qué tienes en ese maletín?, ¿documentos? ¿planes de futuro para hacerme millonario?
-¡Qué va!, créeme, no los necesitas.
-¿De verdad qué no me traes algo que me haga rico? No me lo puedo creer, me parece que sería lo más lógico. Es justo lo que haría cualquiera. ¡Es lo que yo haría!. ¿Que llevas ahí entonces?
-Llevo una pistola.
-¿Una pistola? ¡Estás de coña! ¿Y para qué leches queremos una pistola?.
-¿Tú qué crees…? Para matarte.
-Sí, ya veo que estás de coña. Ese sentido del humor no pega con tu especto demacrado.
-Me temo que el sentido del humor también lo perdí hace veinte años. ¡Ojalá estuviese de broma!
-Eso que dices no tiene mucho sentido ¿sabes?.
-Puede que no y sin embargo es algo inevitable, eso es justo lo que va a suceder.
-¿Aquí?, ¿tú?, no te creo, ¿por qué querrías hacernos eso?, ¿en medio de la calle? ¿a mi? ¡Es absurdo!
-Sí, ya sé lo que parece. Lo sé perfectamente. Lo recuerdo perfectamente. Pero es lo que tiene que pasar.
-¡Qué va! Eso es un sinsentido. Puedes hacer cualquier otra cosa. Ni siquiera es lógico que estés aquí hablando conmigo.
-Te repito que sé lo que parece. Tú no le ves el sentido pero lo tiene. No puede ser de otro modo.
-Claro que sí, ¡joder!, no seas ridículo. ¿Y si salgo corriendo ahora mismo? ¿eh?
-Puedes, pero no lo vas a hacer.
-¿Ah no? ¿Y eso por qué?
-Pues porque sabes que te puedo disparar por la espalda y lo haría, o porque tienes la hostia de curiosidad por ver que pasa o porque te parece demasiado cobarde salir por patas o por todo ello a la vez. La cuestión es que no lo vas a hacer.
-Claro, tú lo sabes todo ¿no es así?
-Sí, y por eso te he dicho antes que todo esto es aún más extraño para mi.
-No, no puede ser. No te creo. Aun tengo muchas cosas por hacer. Tengo que… esto es un despropósito. No, no puede ser… y menos tú… no tiene lógica.
-Si, recuerdo que pensé exactamente eso mismo.
-¡Déjate de chorradas!, esto ya no tiene gracia.
-Lo siento, es lo que hay.
-¡No!, ¡no es lo que hay! Tú no vas a dispararme. Me he cansado d esta broma. Si no tienes un boleto de lotería premiado en ese maletín lárgate y déjame en paz.
-Ya te he dicho que no es tan sencillo. No se pueden cambiar los acontecimientos pasados. ¿Por qué no te quieres dar cuenta? El hecho de que este aquí, ahora, es una consecuencia de ello.
-Lo que dices es absurdo, ¿es qué no lo ves? Sé que no puedes matarme. ¡Es evidente coño!, lo es precisamente porque estas aquí y pareces ser tú el que no se da cuenta.
Es una discusión estéril y el tiempo se agota. El tipo mete la mano en el maletín, despacio, y saca la pistola ante la atónita mirada del otro. A lo lejos se oyen sirenas. El camarero acaba de dejar dos cafés a dos chicas guapísimas que, sentadas en la mesa contigua, ríen a carcajadas.
-Espera, espera, no puedes hablar en serio…
-Lo siento pero es la hora, recuerdo las sirenas, cada vez más fuertes, fue lo último que oí antes de despertar en el hospital veinte años después, hace tres semanas. Los médicos me dijeron que ya fue un milagro sobrevivir, imagínate despertar. No solo por los veinte años en coma, sino porque el disparo en la cabeza me había destrozado medio cerebro. Estoy seguro de que ha sido precisamente eso lo que me ha permitido abstraerme del tiempo, omitirlo de mis sentidos, viajar en el, y venir hasta aquí, a charlar este ratito conmigo. Lo siento.
Levanta el arma y aprieta el gatillo.