Duelo de Alfiles, microrrelato de dos ludópatas empedernidos
Duelo de Alfiles
Aunque es poco frecuente, en esta ocasión hay un enorme botín sobre la mesa. Y no es que sea necesario porque los contendientes son viejos jugadores con dilatada experiencia en incontables enfrentamientos. En realidad, más que con la puja en sí misma, disfrutan de la rivalidad de ambos en cada nuevo encuentro. Del anticipado sabor a victoria y de las bravatas dialécticas previas al combate. Pero a veces los ánimos se caldean y los acontecimientos se salen de madre.
Mucha gente suele sufrir a consecuencia de esas escaladas emocionales y en esta ocasión el resultado del combate afectará nada más y nada menos que a quinientas mil almas.
El público jalea a su héroe con pasión. Las apuestas están tres a uno a favor del de blanco y, contra todo pronostico, el de negro le esta dando una monumental paliza con una original estrategia de ataques en diagonal.
Finalmente el Ángel Negro atraviesa con una espada de llamas el pecho del sorprendido Ángel de Luz y este se desploma incrédulo sobre un charco carmesí.
Y ahora… dame mis quinientas mil almas, reclama satisfecho y un poco socarrón Belcebú a su, ahora no tan sonriente, eterno contrincante celestial.