El ingreso, una aventura diferente del delincuente de hoy
Lleva varias horas aburrido vigilando el banco, esperando el momento propicio y este llega, por fin, a última hora de la mañana, cuando faltan únicamente quince minutos para el cierre de la sucursal y parece que apenas hay clientes. Incluso un par de empleados han finalizado su jornada y se han marchado ya.
Entra con una pistola en la mano derecha y un gran maletín negro y pesado en la izquierda.
–¡Todo el mundo al suelo, esto es un ingreso! – Grita.
Todos le miran curiosos, alguno hasta sonrie.
–¡Coño!, ¿estamos sordos o qué? Y pega un par de tiros al techo
Clientes y empleados de la entidad se echan al suelo.
El director de la sucursal trata de hacer valer su autoridad y con cierto temor le dice: perdone… querrá decir atraco.
–¡Ingreso imbécil, ingreso! – le escupe el tío de la pistola de verdad y el rostro falso. –¿Para qué coño quiero yo más dinero? Y deposita el enorne maletín en el mostrador.
Una guapa empleada de manos temblorosas lo abre. Esta lleno de apretados fajos de billetes usados de quinientos euros.
-A esta cuenta.- dice el ingresador y le entrega un trozo de papel con una serie de números escritos con tinta roja. –Y ni una puta pregunta más…
–Pero necesitaría…. – Balbucea la empleada.
-¡Ni pregunta ni comentario de ningun tipo joder! Creía que iba implícito. Haga el puto ingreso yá, le doy noventa segundos, después mi amiga y yo, (señala la pistola), re-decoramos este establecimiento en tonos burdeos.
Entre varios empleados cuentan los billetes en diferentes máquinas a la vez por la urgencia. Nueve millones de euros. Teclean las cifras mágicas en el ordenador. ¡Voi-lá! El dinero ya existe en el banco de otro continente.
El cliente pide el recibo y sale a toda hostia mientras oye a lo lejos las sirenas.
Entra en un callejón cercano y mientras lo atraviesa tira en un contenedor la peluca y la barba postizas, se cambia la chaqueta, se pone un sombrero, sale a una amplia avenida envolviendo un cigarrillo rubio con una sonrisa.
-¡Coño!, cada día es más jodido blanquear el puto dinero… murmura.