El Lobo y Pedro. Esta es la primera de varias… otra historia de locos… con ella inauguramos una nueva categoría: Fábulas en el Espejo. CUIDADO: No apta para paladares delicados.
El Lobo y Pedro
Pedro era pastor en pleno siglo XXI. Sí, es muy cierto que apenas quedan personas interesadas en los oficios antiguos pero él era de los de mantener los valores y las tradiciones familiares de toda la vida.
Pasaba largas temporadas cultivando su soledad en una vieja cabaña de pastoreo perdida en la montaña alavesa con su pequeño rebaño de ovejas.
Cierta mañana de un invierno más frío de lo habitual vio aparecer un grupito de lobos que se acercaba sin disimulos y llamó a la policía local, les explicó la situación y ellos le dijeron que se encerrara en la cabaña para protegerse, en este momento no podían atenderle… todos sus agentes estaban ocupados… poniendo multas. Pedro se refugió como le indicaron hasta que los lobos se fueron. El resultado fue de cuatro ovejas muertas.
Días después, los lobos aparecieron de nuevo, Pedro no se lo pensó dos veces y esta vez llamó a la Ertzaintza, de nuevo les explicó la situación y les resumió los hechos acontecidos hacía tan sólo unos días y que tuvieron como resultado la trágica muerte de cuatro animales de su rebaño.
El policía que lo atiende lo siente muchísimo pero su situación no es prioritaria y de nuevo le aconsejan que se refugie en la cabaña. Pedro, lógicamente, esta indignado de cojones y le pregunta al miembro del orden público encargado de velar por su seguridad (en teoría la de Pedro) a ver para qué sirven entonces tantos impuestos y este le responde que precisamente para eso, para mantener a todos sus agentes ocupados, recaudándolos. Dadas las circunstancias a Pedro le da igual lo protegido que este el lobo y saca su escopeta. Tras el primer disparo todas las fieras huyen, menos una que yace inerte sobre la hierba roja. Otras dos ovejas muertas esta vez.
Y el tiempo pasa, como tiene costumbre de hacer el tiempo, monótono, aburrido hasta que, como cruel deja vú, vuelve la escena del lobo, pero en esta ocasión Pedro los esta esperando. Tiene varias escopetas preparadas, abundante munición a mano y ha colocado trampas en el exterior. Aún dispone de unos minutos para hacer una llamada y ante la incompetencia policial piensa en una autoridad superior y llama al alcalde de la comarca. Le habla de sus dos ataques previos, de la absoluta inutilidad de todos los siempre ocupados agentes y le anuncia que en el día de hoy la región dejará de ser considerada zona de lobos. Luego le manda a la mierda y cuelga.
A los diez minutos, con los lobos ya casi en su propiedad y contra todo pronóstico llegan tres Land Rovers, uno de la policía local y dos de la Ertzaintza. Se bajan doce agentes y se despliegan por los alrededores. Uno que va en cabeza pisa una trampa y… se hace el caos: Los gritos, el desconcierto, alguien dispara desde la casa, otro agente pisa otra trampa, se devuelven los disparos… Parece que le mismísimo Tarantino en persona dirige la escena.
Cuando el silencio regresa contempla sin decir nada a cinco agentes muertos y tres heridos en el equipo visitante, y a un lobo y a Pedro muertos, además de otras tres ovejas heridas, en el equipo local.
Resultado final: Empate técnico.