El Taxi. Residuos de un ayer…
El Taxi
Se lo grita con tanta angustia que el taxista frena bruscamente hasta detener el vehículo en el centro del puente creando un embotellamiento y una situación de riesgo claramente no deseada a tenor del concierto de claxon en do mayor con el que el resto de conductores obsequia al pasajero del taxi que sale lanzando unos billetes hacia atrás y gritando incoherencias con los brazos en alto.
Se diría que pretende hablarle a alguien mientras corre hacia la barandilla lateral del puente. Se sube a ella, parece querer coger algo y se precipita al vacío.
El taxista lo ha contemplado todo en el espejo retrovisor. Hipnotizado. Aterrado. Ansiando despertar. Pero no, no es un sueño. Es real y sabe perfectamente todo lo que le espera ahora: la declaración policial, la prensa, las miradas de reojo, de nuevo las coñas en el trabajo sobre su aspecto o su olor corporal…
Lo mismo que hace un año, cuando aquella joven se apeó de su taxi mientras circulaban muy lentamente en caravana y también se suicidó en este mismo puente. Curiosamente se llamaba igual que el nombre que gritaba el desdichado pasajero que acaba de saltar.