El vestido rojo. La dulzura de su carne y la geometría de sus curvas la hicieron bella y deseable.
El vestido rojo
Pasó por una infancia amarga como lo son todas las infancias pero al fin llegó su primavera y esta nueva etapa eclipsó la anterior e hizo que mereciera la pena.
Desarrolló sus formas, su tamaño, sus curvas. Mejoró notablemente su aspecto vistiéndose de rojo intenso y se esmeró mucho en aumentar su dulzura.
Fue ya en su madurez cuando sintió el deseo natural de perdurar, de dar vida, y supo que debía separarse de su familia para hacerlo.
Anhelando, ahora de forma urgente, su independencia se despidió de sus vecinas y de toda su rama familiar y aprovechando una acogedora brisa se dejó llevar.
Se sintió ingrávida durante un breve segundo, y luego ¡plaf!, el impacto.
No fue tan fuerte como se lo había imaginado. Pues nada… ¡ya está…! ¡quién lo hubiera dicho…! Finalmente lo había conseguido… Ahora solo tocaba esperar… y esperar… y esperar…
Esto es, digan lo que digan, lo peor de ser una manzana.