La maleta roja, un pequeño fotorrelato
La maleta roja
Estoy en un vagón del metro. Frente a mí hay una maleta roja, con asa extensible y ruedecitas. Sobre ella reposa un pequeño bolso negro de imitación a piel. En el bolso, en un compartimento lateral con cremallera dorada, hay un billete de tren de la Renfe impreso en un folio blanco doblado dos veces.
A la izquierda de la maleta hay dos playeras altas de lona clara atadas con lazada simple y dos pequeños pies en su interior. Sobre ellos unas piernas delgadas que, embutidas en un ceñido pantalón tejano gris oscuro, culminan en bonitas caderas con curvas catalogadas de peligrosas que sujetan un cuerpo menudo, agradable, envuelto en una camiseta de manga corta, también negra y ajustada.
La joven que hay dentro de la camiseta, los tejanos y las playeras, toquetea, con nerviosa soltura, un moderno teléfono móvil rosa. Sus grandes ojos marrones, expectantes, tristes, parecen agazapados a la espera de alguna señal tras unas gruesas gafas de pasta, de nuevo negras.
A pesar de esas gafas y de su marcado acné carmesí en el rostro, la muchacha es bastante más guapa de lo que ella piensa. Aunque quizá todavía no se lo haya dicho la persona adecuada.