¿Os gusta la política? ¿Y la cocina? En esta Receta de cocina mezclamos ambas cosas con un buen chorro de humor, unas briznas de mala hostia, algo de cinismo que es un ingrediente indispensable y un toque de sexo para darle sabor… Espero que os guste el plato.
RECETA DE COCINA
Vladimir esta follándose a una joven bailarina. Sobre el piano. Están en una amplísima habitación que parece sacada del cuento de hadas de un escritor pobre. Con inmensos techos y enormes arañas colgadas de ellos, ahora apagadas para ahorrar. También hace un frío de cojones, es verdad, no hay presupuesto para mantener caldeado el palacio. Si por él fuera ya hubiera subastado todas estas antiguallas tan recargadas y horrendas. Habría dividido el edificio en habitaciones más pequeñas y tras una vueltita por Ikea le habría dado un aire algo más actual. Si por él fuera… Lo que pasa es que no daría buena prensa, o eso dice su equipo de asesores y se lo han desaconsejado encarecidamente.
Los putos asesores y sus consejos ya le están rayando. Ha tenido que asistir cuatro veces al teatro para ver la obra de la joven sobre la que está empujando con furia. Con lo que le aburre el ballet… Con lo fácil que hubiera sido simplemente ir al camerino de la chica y tras arrancarle el tutú, y con todas esas bombillas gordas y amarillentas iluminando su piel pálida, embestirla por detrás mientras mantiene su cara pegada al espejo del tocador, lleno de potingues y brochas y coloretes y pinceles y sombras de ojos. Pero no, la chica podría tomárselo mal, quizá incluso malinterpretar la situación, y la sibilina prensa sacaría las cosas de contexto y empezaría con el rollo de las libertades civiles y los privilegios del Partido y esto y lo otro… Así que en estos cuatro días que ha ido a verla bailar la ha adulado, la ha cortejado discretamente, y la ha llevado flores y bombones (elegidos por sus asesores). Finalmente la bailarina ha comprendido las buenas intenciones de Vladimir. Con gran esfuerzo ha desterrado las sordidas imágenes de su familia languideciendo en un gulag, que su cerebro adolescente insiste en colocar en primer plano, y ha valorado el empujón que puede recibir su carrera si sabe demostrar su amor a la Madre Patria de modo que se está entregando a fondo.
Vladimir se evade del frío salón y vuelve mentalmente al camerino de madera del Gran Palacio de Baile, a la chica con la cara aplastada contra la paleta multicolor de sombras, coloretes, maquillajes y cremas, con el culo en pompa, con Vladimir el todopoderoso empujando, contemplándose a sí mismo en el espejo, disfrutando del rítmico vaivén. Y está muy cerca de correrse cuando aporrean la puerta con violencia y los golpes retumban en la estancia como truenos. ¡Hay que Joderse! ¡Por el amor de Stalin! ¿Se puede saber qué cojones puede ser tan importante como para cortarle el rollo al Padre de la Madre Patria? Brama enrojecido. Una cabeza masculina, flaca y temerosa, asoma por el quicio de la inmensa puerta y con voz entrecortada dice: Señor, lo lamento muchísimo, pero es que le llama el señor Obama. ¿Cómo? ¿Ese negro de los huevos otra vez? ¿Pero qué hostias sucede? ¡Coño con el Haitiano!, ¡tiene que ser por el vudú!, ¡ya es la tercera vez que se lo hace! Es la tercera vez que le corta el rollo en el momento más… delicado… Piensa él para sí en ruso mientras escupe sonidos guturales en una lengua desconocida.
Aparta a la bailarina bruscamente y se limpia la polla con la sábana que protege de polvo el preciado instrumento musical (el piano sobre el que follaban, acordaos), se pone los gayumbos y las zapatillas y sale lanzando amargos conjuros contra toda la familia presidencial americana.
Agarra el teléfono rojo (en realidad es negro) que un atemorizado asesor custodia en una brillante maleta de aluminio y hace varias inspiraciones profundas antes de descolgar. Por un instante le parece escuchar susurros y ruidos al otro lado de la línea.
-Señor presidente, ¿qué tal está? – dice secamente pero disimulando el enfado.
-Hombre, Putín, ¡me alegro mucho de hablar con usted! How do you do? – El yanki exagera el acento Texano a pesar de que solo ha estado por allí ocasionalmente para las campañas electorales.- No le pillaré ocupado, ¿verdad?, no quisiera molestarle.
-No se preocupe señor Presidente, tan solo hacía un poco de… ejercicio.
-¡Yeaahhh!, eso es estupendo, yes, estupendo. Yo también me corro, quiero decir que corro, que hago footing you know, cuando tengo la ocasión. ¿Como es eso? ‘Mente Sana In Corpore Sano‘. ¡Fantastic Putín! Por cierto, dígame, ¿cómo está su Putína?- Más débiles cuchicheos y ¿risas? al otro lado de la línea.
-Perdón, ¿cómo dice?
-¡Su esposa hombre!, Ms. Putína, of course ¿qué tal se encuentra?
-¡Ahh!, si…, Liudmila se encuentra muy bien, gracias por su interés. ¿Me llama para interesarse por la salud de mi mujer, señor Presidente?
-¡Ah!, ¡Ah!, ¡Ah!, ¡Ah!, amigo Putín, qué chispa tiene usted. No, no solo por eso, por supuesto. Verá, me encuentro en un pequeño aprieto y me he dicho: mi amigo Putín seguro que me ayuda con esto… Es que me ha surgido una duda que necesitaba consultarle.
-Ya, bueno, no será de nuevo el tema de Siria o lo del escudo anti-misiles ¿verdad? Creo que ya quedó claro en nuestra última cumbre que…
-¡Qué no Putín!, que no es nada serio, no se me alarme usted hombre. De esos temas ya se ocupan nuestros respectivos gabinetes de expertos, really?. Esto es… cómo lo diría… algo informal. Me da un poco de vergüenza preguntárselo, no se crea usted…
-Bueno, está bien… señor presidente, usted dirá.
-Pues… vera… es que quiero quedar bien con unos buenos amigos. Do you know? y hoy les voy a preparar un pequeño banquete, en mi casa, of course, y quería conocer los ingredientes exactos de su ensaladilla. La auténtica por supuesto.
-Perdón, ¿cómo dice?
-Sí hombre, su ensaladilla, la que hacía su abuela. Dígame buen amigo ¿que le ponía su abuela a la ensaladilla?
-Mi abuela… Está usted hablando de…
-Claro Putín, de su ensaladilla rusa ¿de qué si no?
-Ya… Bueno… pues en ese caso debería usted saber, señor Presidente que, a pesar del nombre, ese es un plato de origen francés de modo que yo…
-¿Really?, ¿francés dice?, Me toma usted el pelo Putín, no sea travieso…
-Que no Mr. President, que es una receta francesa. Si no me cree puede usted comprobarlo en la wikipedia.
-¿Es eso cierto?, francesa ¿eh?, vaya, pues quién lo iba a decir. Ya son ganas de liarla ¿no?. ¿Por qué no ensaladilla francesa entonces?. Bueno, pues siento haberlo importunado sin motivo amigo Putín y le agradezco mucho su ayuda. Ahora mismo llamo a Fancois y le pregunto a él la receta. De todos modos me alegra haber charlado con usted, de veras, too much you know?.
-Claro, lo mismo le digo.
-Que pase un buen día Putín.
-También usted señor Presidente.
Nada más colgar estalla un coro de carcajadas en el despacho Oval de la Casa Blanca. El vicepresidente, Joe Biden y Denis McDonough, el jefe de gabinete, están rodando por el suelo con sus trajes de doce mil dolares, muertos de risa. El secretario del estado John Kerry se abraza al de seguridad nacional, Jeh Johnson, para no caerse mientras le pregunta entre risas cuánto les cuesta a la ciudadanía la vigilancia full time del ruso y este, con gestos porque le es imposible hablar, trata de decirle que sea lo que sea es poco en vista de los resultados. Un fiscal general, y media docena de secretarios de diversos departamentos más se secan las lagrimas con los kleanex que amablemente reparte Michelle mientras les dice a todos: ¿Tenia razón o no cuando os dije que mi marido era un cachondo?, ¿eh, qué me decís? ¿Tenía razón o no?
Vale, se me ha quedado desfasado el cuento ahora que tienen sheriff nuevo en amerikalandia pero que queréis que os diga… aún no tengo informes secretos contrastados de las andanzas del Trump así que todavia no protagoniza ningún relato de este blog.