REFLEJOS – MIRORRELATO
Camino absorto por una ciudad ajena a mis deseos, entre otros de mi especie que me atraviesan sin verme, con sus miradas vacías de emociones. Como si fuese la última estrella del firmamento la veo al pasar frente al moderno edificio de oficinas que celosamente protege sus secretos comerciales tras cristales de espejos.
Está desnuda y viene hacia mí. De algún modo soy capaz de vencer el irrefrenable impulso de girarme y en lugar de ello aflojo el paso, avanzo despacio mirando furtivamente su reflejo, viéndola a intervalos duplicar mis pasos, más y más cerca con cada nuevo instante robado.
Ya preveo que me adelantará y la posibilidad de contemplarla caminando frente a mí, de poder trazar esas curvas sin disimulos, se convierte en una mueca sobre mi cara. Supongo que debería de ser una sonrisa pero a estas alturas algunos de mis músculos actúan ya por voluntad propia.
Me alcanza, mas no me rebasa, se detiene sugerente justo detrás de mí. Y allí nos quedamos, ahora quietos los dos, mirando nuestros reflejos en el cristal del frío rascacielos azul, ella desnuda, yo con una inoportuna erección callejera. Es raro, sí, y aunque estaría dispuesto a prolongar la escena un par de miles de años más me doy la vuelta incómodo, quiero saber quién es ella y qué tipo de performance está representando y por qué yo formo parte de su actuación, pero detrás de mí no hay nada. Sólo el resto del mundo. Observo de nuevo la refracción de la ciudad en la fachada, ella sigue ahí, preciosa, esperando, sonriéndome, provocando.
Corro hacia el edificio, en la cuarta zancada salto contra el cristal. Nos abrazamos, ella me besa, los dos desnudos, resulta un tanto embarazoso…