Respecto a lo de anoche… sí, es cierto, apenas lo recuerdo
Uff!, creo que anoche los dos íbamos muy puestos y yo no te tomé muy en serio. Seguro que abusé de tu confianza. Me parece que debí aburrirte contándote toda mis miserias. Mis tristezas y mis alegrías, mis anhelos y mis decepciones.
Hoy, en mi mente, tan solo flotan fragmentos de recuerdos borrosos entre gin tonics pero me acuerdo bien de tu risa falsa y condescendiente. Tu solidaridad fingida y tu machacona insistencia en ayudarme. Recuerdo brillantes gotas rojas sobre la barra del pub. Sangre tiñendo el posavasos de cartón y una servilleta garabateada. Y poco más recuerdo, la verdad… lo siguiente sería el coma etílico… supongo…
Después he despertado en la inmensa cama de esta lujosa mansión de ensueño. Entre el suave tacto de unas sábanas que ni con un sueldo integro podría pagar. Hay un día espléndido en el exterior de esta cabeza mía que amenaza con estallar bajo la presión de una sádica resaca.
He salido a una terraza que parece, por sus dimensiones, la plaza del ayuntamiento de mi barrio y he contemplado un paisaje nuevo de preciosos jardines. A lo lejos hay una gran arboleda junto a un lago con embarcadero y a mis pies, una descomunal piscina de redondeadas formas y a una tía espectacular que debe se ser modelo, actriz, o ambas cosas y que, a pesar de no haberla visto en mi vida, me ha dicho: ‘chao amor, te veo esta noche, hoy me llevo tu coche’ y disparándome un guiño mortal de necesidad con sus ojazos verdes se ha largado en un Lamborghini naranja, antes estacionado entre el Maserati y el Pagani.
Luego ha entrado un joven púlcramente uniformado en la habitación y me ha dicho como si nada: ‘buenos días, aquí le dejo el desayuno señor’. Y yo, perplejo, le he preguntado a ver donde estaba, si acaso esto era un hotel. Y se ha echado a reír. Ha salido de la estancia sin responderme, moviendo divertido la cabeza y diciendo no se qué sobre mi sentido del humor…
Y, sinceramente, ahora estoy un poco preocupado por lo que paso anoche, por no saber en realidad quién eras y por qué estabas tan empeñado en ayudarme. Por tu perversa sonrisa burlona y por este extraño corte en la palma de mi mano.
Preocupado por la sangre y la servilleta garabateada… por si cometí alguna estupidez.