Supersticiones es, como suele decirse, un relato inspirado en hechos reales. O sea ficción a partir de una base histórica. Os animo a descubrir cual es la parte real y cual producto de un cerebro desequilibrado.
SUPERSTICIONES
-Por favor señora, de verdad que lo lamento en el alma, créame. Y le ruego que no me malinterprete. Comprenda que no es nada personal pero los marineros son gente de muchas supersticiones. Tiene que entender que si la dejase a usted subir a bordo se produciría un motín y sería completamente imposible zarpar. Hágase cargo de que también soy responsable de otros mil pasajeros y no puedo permitir que eso suceda. Estoy seguro de que entiende mi postura y que sabrá disculpar mi rudeza.
La bella y elegante dama, devorada por la indignación, no da crédito a lo que oye. Agita violentamente su pasaje de primera clase ante el rostro curtido e impasible del marino y le exige hablar con el dueño de la compañía. El capitán del buque no quiere parecer insensible y, sin perder la compostura, le explica que eso es imposible. No hay un dueño en realidad sino una junta directiva, ya que la nave pertenece a una gran empresa. Su presidente ni siquiera se encuentra en el país y en todo caso de nada serviría ya que él, que para eso es el capitán, está capacitado para tomar estas decisiones. Ni siquiera la máxima autoridad de la empresa puede obligarlo a hacer lo contrario.
El desconsuelo de la mujer y su elevado tono de voz hace que en pocos minutos se forme un pequeño corrillo alrededor. Ella repite de nuevo sus argumentos, exigiendo sus derechos, mostrando su billete de clase preferente adquirido con un mes de antelación. De nada sirve, el cada vez más impaciente capitán se muestra inflexible. Discretamente le ordena al contramaestre, que se mantiene en segundo plano, que avise a seguridad. Si se prolonga la situación esto se convertirá en un circo. Mejor será atajarlo de inmediato aunque eso requiera la siempre desagradable medida del uso de la fuerza.
En el corrillo, se cruzan preguntas, ¿qué es este jaleo?, ¿quién es la pobre mujer al borde de la histeria?, ¿acaso no tiene pasaje?, alguien dice que si que tiene, ¿por qué entonces se le prohíbe subir a bordo a la elegante señora?
Ella, impotente ante la injusticia y al borde del llanto, no puede creer que después de tantas penurias soportadas en la vida, ahora que está a un paso de cumplir el sueño de disfrutar de un fantástico y exclusivo crucero de lujo como mimada pasajera por primera vez, en lugar de como empleada, este se vea frustrado por las estúpidas supersticiones de la tripulación del trasatlántico. ¿Acaso no cuentan para nada todas las vidas que ella ha salvado?
Con la voz entrecortada por la rabia y la frustración le pregunta al capitán si sabe cuántas personas se salvaron gracias a ella. Si es consciente de que su comportamiento (el del capitán) es incluso peor que el de aquella madre que, sin mirarla siquiera, le arrebató el bebé de los brazos sin decirle ni siquiera un parco gracias. Aquel bebé que ella protegió con su cuerpo durante horas, el mismo que a punto estuvo de no poder coger cuando se lo lanzaron desde la cubierta superior. El capitán la entiende, se solidariza con ella, ha de comprender que si de él dependiera… Lo siente muchísimo, ojalá pudiera hacer algo, la compañía se lo compensará. Trata de consolarla mientras la acompaña junto a dos oficiales del cuerpo de seguridad hasta la salida de la terminal de embarque.
Entre tanto, el nutrido grupo de curiosos y tripulantes que se queda atrás comenta lo sucedido con morbosa curiosidad.
-Pero… ¿Qué ha pasado?
-¿Es qué no sabéis quién era?
-Pues no, ¿quién?
-Pues era Violet Jessop
-¿Quién?
-Fue camarera en el Titanic.
-¿De verdad?, pobre mujer, ¿y por qué se la llevan?
-Es que también estaba en el Olympic cuando chocó un año antes.
-¿El Olympic?
-Sí hombre, era igual que el Titanic. Igualito, se construyó un año antes.
-Ahhhhh.
-Pero eso no es todo, tres años después también formó parte de la tripulación del Britannic. Que fue el tercer gemelo de Titanic. En ese barco trabajaba como enfermera cuando se hundió.
-¡No jodas!
-Sí, y para colmo, el bote salvavidas en el que la rescataron fue succionado por las hélices del buque al hundirse. Ella se salvó de milagro lanzándose al mar, pero el resto de los ocupantes de la barca murieron destrozados por las hélices.
-¡Coño!
-Sí, por eso ahora nadie quiere navegar con ella cerca.
-Ya, claro.
-Y por eso la han echado.
-¡Pues menos mal! ¿No?