Algunas reputadas opiniones científicas argumentaban que la unidireccionalidad de la flecha del tiempo estaba necesariamente ligada al desarrollo del Universo y que por tanto, cuando el freno gravitatório detuviese su expansión e iniciase el colapso, todo lo acontecido desde el Big Bang se sucedería en sentido inverso.
Hoy creemos que esto no pasará, que el Universo nunca dejará de expandirse pero la vieja idea, aunque absurda tiene su puntito.
«No pretendo que me entiendas, tan solo que me sigas»
(el tiempo)
Tengo resaca… y la boca seca…
Hoy no necesitaré oír la alarma del reloj para dormirme porque es domingo y me acuesto a la hora que me apetece así que me he tumbado en el borde de la cama, casi a las once de la mañana, impaciente por saborear el cuerpo que ya duerme en la otra esquina del colchón.
Su dueña se largó con el hace una rato y ya no volví a verlo, pero ahora esta en mi cama, es lo que hay, así que intuyo que dentro de unas horas follaremos y después nos iremos de fiesta.
He dormido de un tirón y me he despertado en tus brazos, empapado con tu sudor y el mío. He pensado: ‘¿qué te dije…?’ y nos hemos puesto al tema.
Ha sido torpe y satisfactorio y tengo cierta curiosidad por saber como nos conoceremos porque tienes algo que no sé…, o sea eres atractiva y eso pero no sé…, es como si hablases otro idioma, como si hubiese tenido que suceder algo asombroso para que estemos aquí ahora.
Me levanto y te beso despacio, me visto mientras una sonrisa le roba protagonismo a tu desnudez en la cama, me dirijo a la terraza y no dejo de verte mientras me alejo.
La ciudad esta tranquila, apagada. Las luces del puerto se desenfocan en mi retina y me siento mareado. Cojo un cigarrillo aplastado del cenicero y absorbo del aire fresco, con deleite, bocanadas de sustancias cancerígenas que insuflo en el pequeño cilindro de papel.
Tu llegas tambaleándote, con una risa floja y arrastrando la sílabas justo en el instante en el que convierto la última bocanada de humo en llama y esta, ¡tan dócil!, desciende hasta el mechero de plástico transparente y se condensa en una minúscula lágrima líquida.
‘No tardes‘ me susurras.
Es evidente que estás ebria, ambos lo estamos. Y cansados la verdad, bastante cansados, asi que salimos a buscar barullo, aún de madrugada, a la calle, a conocernos, a regurgitar unas copas.
Pero antes hay que llenarse la vejiga. ¡Yo primero!
Bajamos las escaleras entre cuchiceos, traspiés y risas y a mitad de camino nos cruzamos con el vecino de arriba. Con la mayor seriedad posible le damos las buenas noches. Aguantando con dificultad la carcajada.
Al llegar al último descansillo, el del primer piso, la luz de la escalera se apaga con un click metálico y el sobresalto nos junta y, por un momento, olvidamos que hace quince minutos estábamos en la cama.
Aun eufóricos y recolocándonos mutuamente los cabellos alborotados nos guardamos las manos y las lenguas y abandonamos el oscuro portal.
Recorremos calles vacías que huelen a deseo y mar y en cada bar del que sadremos me pregunto: ¿será este? ¿nos conoceremos aquí? en los dos primeros bailamos y reimos con estridencia y en los dos últimos, más descansados, algo más serenos y mucho menos desinhibidos, nos examinamos y nos vamos definiendo subjetivamente con experiencias y anécdotas. Me doy cuenta de que cuanto más nos contamos menos sabemos el uno del otro y realmente sabemos ya muy poco. Eso es bueno. El momento está cerca.
No es medianoche todavía y ya estamos casi serenos del todo. Más por protocolo que por necesidad decidimos vaciar el estómago y nos dirigimos a un restaurante de esos exigentes pero que, precisamente por eso, pagan en condiciones.
No me preguntéis como, es algo innato, pero todo ser humano tiene la capacidad de regurgitar un pasta orgánica que un vez en la boca es desecada y moldeada con lengua y dientes hasta convertirse en pedazos de materia sólida que se extrae con un tenedor. Estos pedazos a su vez se ordenan en un plato que, una vez finalizada la tarea, amablemente retira un camarero. Bueno, en realidad es un poco más complicado, a veces se emplean otras herramientas de extracción como cucharas, manos o palitos y también algunas de soldadura como los cuchillos.
El establecimiento nos paga por adelantado nuestro esfuerzo y, mediante técnicas realmente complejas, los alimentos recogidos son convertidos en energía y otras materias con las que se ensamblarán plantas y animales para crear Naturaleza. A la vez que se procesan infinidad de sustancias como aceites, sales, lácteos, salsas y otros líquidos que también les proporcionamos y cuyos principales componentes son separados y debidamente envasados y llevados a grandes centros de reciclaje aún más especializados donde serán depurardos a conciencia y después trasladados a los lugares de la Tierra donde son necesarios.
Porque de eso trata la vida ¿no? De crear Naturaleza, de construir Mundo. De, poco a poco, ir convirtiendo cada objeto que nos rodea en elementos más primitivos (¡de alcanzar la pureza!), para poder añadirlos a nuestro maravilloso hogar planetario y de esa forma enriquecerlo.
Es cierto, a eso nos dedicamos. Es inevitable, como seres racionales e inteligentes que somos, que este sea nuestro ineludible propósito, nuestra razón de ser.
Por eso habitamos viejas casas durante años, por eso buscamos destartalados vehículos en desguaces y rescatamos viejos muebles, y electrodomésticos y otra miriada de desechos de vertederos y basuras y los usamos a diario con paciencia y tesón mientras vemos como van incrementando su esplendor. Y cuando ya son impecables, cuando brillan como nunca antes lo han hecho. Cuando finalmente son perfectos, solo entonces los entregamos en tiendas y empresas, (los centros de reciclaje), para que sean diseccionados en partes más puras aun que se convertirán en bosques puros y montañas y minas puras.
Del mismo modo hacemos lana y pieles para animales con prendas de vestir nuevas y zapatos nuevos que antes nos vistieron, y equilibramos la Tierra insertando en ella preciosos minerales que obtenemos del desmatelamiento de los edificios recien construidos por fin y que antaño nos dieron cobijo. Y llenamos inmensas bolsas subterraneas con hidrocarburos que obtenemos después de procesar los plásticos y las fibras sintéticas y los litros y litros de combustibles que generan nuestros coches y aviones y autobuses y que periódicamente debemos extraer de ellos para que puedan seguir funcionando.
Admitámoslo, los seres humanos somos extremadamente eficientes embelleciendo nuestro Planeta porque para eso vivimos. Yo incluso hablaría de devoción.
Y hacemos todo esto mientras nosotros mismos alcanzamos, con cada día menos vivido, la juventud y la inocencia prometidas. A la vez que, sin poder evitarlo, también vamos olvidando más y más cosas. Tantas que tenemos que realizar tareas cada vez más simples hasta que no nos quede otro remedio que dejar de desmontar compulsivamente todo lo que nos rodea para centrarnos únicamente en olvidar.
Entonces pasaremos nuestros últimos años tan solo olvidando, borrando palabras y más palabras de cientos y cientos de páginas. Llenando bolígrafos de tinta.
Solo así, también nosotros, alcanzaremos la pureza exigida para nuestro último paso, el más importante: el ingreso en el Vacío, en la Nada.
Hasta allí no podrá acompañarnos ningún conocimiento, ningún sentimiento, ningún deseo, ninguna información. La Guardiana de la Entropía no lo permitirá.
Esta última etapa será la más fastidiosa porque nuestro tamaño y movilidad disminuirán notablemente y nos volveremos indefensos y débiles y dependeremos de otras personas para casi todo.
Pero tranquilos, este destino último de todo Ser no puede ser esquivado y se cumplirá de un modo u otro.
Sin apenas conciencia seremos introducidos en los úteros de dilatados vientres maternos donde nos desharemos lentamente a lo largo de nueve meses hasta, por fin, alcanzar la Inexistencia…
Y no entiendo porque me asalta hoy esta vena filosófica si todo eso me da un poco igual. A mí todavía me queda bastante para ese día y además hoy es sabado y aun no se porque pero estas conmigo, y hemos creado unos manjares de aspecto y calidad dignos por los que hemos obtenido un expléndido pago (que añadimos al dinero recibido por el alcohol regurgitado), y lo más importante: creo que pronto voy a saber como nos conoceremos porque ahora mismo, de ti, ya solo se tu nombre, y caminamos de espaldas por el malecón, nerviosos, oliendo aun a mar y deseo, mientras contemplamos como el atardecer va encendiendo un nuevo día.
Si has llegado hasta aquí te doy las gracias y la enhorabuena. Ojalá te haya resultado lo suficientemente curioso o extraño para que sigas pensando en ello un rato más.